martes, 13 de marzo de 2012

Una triste reflexión sobre la solidaridad


solidaridad.


(De solidario).


1. f. Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.
La primera impresión que me produjo la definición de solidaridad del DRAE fue que estaba incompleta, poco trabajada y pendiente de mejora. Cualidades que yo asignaba como exclusivas y diferenciadoras de la solidaridad como su naturaleza altruista, generosa o desinteresada ni siquiera aparecen mencionadas!! Pero lo que más llamó mi atención fue la inclusión del adjetivo circunstancial. Me quedé con su connotación más negativa, la que parece transmitir la idea de que decidiremos ser solidarios sólo cuando se cumplan determinadas condiciones, generalmente objetivas, y no en función de la gravedad de la situación, de lo necesaria que sea nuestra participación, o de la rapidez con la que hay que intervenir...

Tengo que reconocer que la redacción de este post no comenzaba como yo esperaba. Pero, a cambio, el DRAE provocó que se abrieran algunos interrogantes, cuya investigación buscando respuestas acabó siendo el camino elegido para redactar el post. La cuestión primaria fue ¿es cierto que ponemos condiciones a nuestra solidaridad? Por supuesto, entiendo que pueden existir imponderables que nos impidan actuar solidariamente, razones obvias ante las que nadie pediría explicaciones, como no perseguir a un delincuente que huye por ir en silla de ruedas o no lanzarse al agua al ver que alguien se está ahogando por no saber nadar... Descartada la idea de que los académicos hubieran incluido el término para referirse a este tipo de situaciones, surgió la pregunta fundamental ¿qué circunstancias pueden llevarnos a no ser solidarios? Lo que no me esperaba era la crudeza de algunas respuestas.

Para que la entrada no transpirara mi rabia, decidí liberarla de toda la carga de subjetividad que me fuera posible. Así surgió la idea de emplear como línea argumental dos sucesos reales, publicados en los medios y documentados, que rebosan de actitudes extremadamente insolidarias. Para arrojar luz sobre las razones que pueden llevar a un ser humano a comportamientos tan inauditos como los que vais a leer, he recurrido a dos experimentos sociológicos, para así dejar que sean los datos cuantificables los que hablen y los investigadores los que interpreten los resultados y expongan sus conclusiones.

La víctima que entorpecía el tráfico y nadie quiso socorrer.

La imagen que podéis ver bajo estas líneas corresponde a uno de los fotogramas extraído de la grabación de circuito cerrado de una cámara de autobús. Fue tomada en septiembre de 2004 en Sidcup, sudeste de Londres. Aunque en la fotografía no pueda apreciarse, la noticia publicada en BBC News nos aclara que la persona tirada en la calzada era una mujer de 25 años, la cual estaba inconsciente debido a una lesión grave en la cabeza que la hacía sangrar profusamente. El vídeo (1:57 min) podéis descargarlo clicando sobre este enlace o en la propia página de la BBC. No lo he publicado porque no es de mucha calidad. Contiene, sobre todo, testimonios de vecinos y testigos, está en inglés y, por supuesto sin subtítulos. Sí se ve la secuencia del autobús llegando hasta el cuerpo de la chica y deteniendo su marcha.


Más de una docena de vehículos ignoraron a la mujer herida en el suelo, limitándose únicamente a realizar una maniobra evasiva para no atropellarla, hasta que el conductor del autobús que tomó las imágenes se detuvo a ayudarla. Fue trasladada a un hospital y, afortunadamente, recibió el alta pocos días después. 

Si ni siquiera frente a una situación tan de manual como esta, con la vida de una persona corriendo serio peligro delante de sus ojos y no en la televisión, y formando parte activa de los acontecimientos, somos capaces de mostrar el menor gesto solidario, dudo mucho que en el futuro brote espontáneamente la imperiosa necesidad de ayudar, de forma altruista, sin ningún motivo aparente, sin saber quién recibe mi ayuda, sin esperar nada a cambio... Más bien me posiciono junto a Ed Hollinshead, autor de este comentario en la web de la BBC, y que aparece seleccionado junto a la noticia: "nuestras actitudes y la civilidad hacia nuestros semejantes se han ido, ido para siempre. ¡Qué triste!"

El experimento del Buen Samaritano.

La parábola del Buen Samaritano aparece en el evangelio de San Lucas (capítulo 10, versículos del 25 al 37). En ella se relata como un hombre, mientras viajaba de Jerusalén hacia Jericó, fue asaltado, robado y abandonado medio muerto al lado del camino. Un sacerdote, al verlo, lo ignora pasando por el otro lado del sendero. De igual forma, un levita lo esquiva. Solamente un samaritano, considerado un hereje para los sectores más ortodoxos de la religión hebrea, al verlo, se apiada de él y lo socorre. Tomando como punto de partida esta parábola, los psicólogos John M. Darley y C. Daniel Batson, realizaron en 1973 un experimento sociológico para comprobar hasta qué punto la enseñanza bíblica tenía algún efecto en el comportamiento humano, y qué influencia ejercían diversas variables en la conducta de ayuda. Los individuos objeto del estudio fueron elegidos entre los estudiantes del Seminario de Teología de Princeton, y fueron divididos en dos grupos. 

A ambos grupos se les propuso dar un discurso de unos diez minutos, aunque sobre temas distintos. Mientras uno de los grupos se estudiaría y hablaría acerca de la parábola del Buen Samaritano, el otro grupo haría una exposición sobre las salidas profesionales que ofrecía el seminario. Las charlas se realizarían en un edificio diferente al que ocupaban en el momento de exponerles los temas, por lo que los investigadores aprovecharon para formar tres subgrupos dentro de los dos principales: los que saldrían del primer edificio hacia el lugar de su exposición con prisa, los que llevarían prisa mediana y los que tendrían tiempo suficiente para no ir con prisa. En el trayecto entre edificios, los seminaristas se encontrarían con un individuo tirado en el suelo con aspecto de necesitar auxilio, que en realidad se trataba de un cebo, un actor contratado por los psicólogos.

La retorcida idea de Darley (imagen de la derecha) y Batson consistía en comprobar si, entre el grupo de estudiantes que debía impartir la charla acerca del Buen Samaritano, el porcentaje de sujetos que se detenía a ayudar al hombre herido era superior al grupo de la conferencia sobre salidas profesionales, ya que la situación real ante la que se hallaban era idéntica al tema sobre el que tendrían que hablar. Los datos demostraron que no: ambos grupos, independientemente del tema sobre el que iban a hablar, mostraban porcentajes similares de sujetos que se detuvieron y antepusieron la ayuda al herido a sus propias responsabilidades. El factor que sí mostró diferencias significativas fue el de la prisa. Como podéis imaginar, los que tenían menos prisa fueron los que más se pararon a ayudar al necesitado, seguido del intermedio y, por último, el grupo de los que llegaban a la charla más apurados, con sólo un 10% de buenos samaritanos.

Una de las conclusiones extraídas del experimento fue que lo que el individuo está pensando en el momento que tiene que tomar la decisión de ayudar o no, no es importante para inferir si la conducta de ayuda se dará o no. Otra, quizá más cruel, es que la actitud que tomaré ante los problemas ajenos será más solidaria cuanto menos interfiera en mis problemas personales. Y no es necesario que mis complicaciones sean graves o urgentes. Cualquier trivialidad me servirá para justificar mi comportamiento insolidario...

El caso de Kitty Genovese.

El 13 de marzo de 1964, Kitty Genovese fue apuñalada dos veces en la espalda por Winston Moseley, un psicópata que había dejado a su esposa dormida en casa, y que había estado conduciendo hasta encontrar una víctima, por el simple hecho de “matar a una mujer”. Los gritos de Genovese fueron oídos por varios vecinos, hasta que uno de ellos le gritó “¡Deje en paz a esa muchacha!”, lo que obligó a Moseley a abandonar la escena. El asesino entonces volvió diez minutos después, y tras una búsqueda sistemática por la zona, encontró a Genovese en un vestíbulo en la parte posterior del edificio, tumbada y apenas consciente en el suelo. Moseley la agredió sexualmente, le robó 49 dólares, volvió a apuñalarla varias veces y la dejó tirada en el vestíbulo. Los ataques duraron aproximadamente media hora. Algunos minutos después del ataque final, y tras la marcha del agresor, un testigo llamó a la policía. Genovese murió en una ambulancia camino del hospital.

Kitty Genovese y Winston Moseley

Un artículo publicado en el Times afirmaba que 38 vecinos fueron testigos de las puñaladas sin intervenir o ponerse en contacto con la policía. La posterior investigación policial determinó que fueron unos 12 los vecinos que, en mayor o menor medida, eran conscientes de la agresión. Aún así, la cifra es tan elevada como vergonzosa. Y a mí personalmente, me ha obligado a empatizar y preguntarme: ¿Cómo habría actuado si la vida me hubiera situado como testigo? La respuesta que, casi instantáneamente, invade mi pensamiento consciente es rotunda, y no creo equivocarme si os digo que se parece bastante a la vuestra, ¿verdad? Parece imposible tomar en cuenta otra opción que no sea intervenir, ayudar, llamar al menos a una ambulancia... Pero, mucho me temo que hay circunstancias bajo las cuales la alternativa más insolidaria toma el mando. Para conocer cuáles son los motivos (o alguno de ellos) que pueden llevarnos a elegir de manera tan miserable como los vecinos de Kitty, se ideó y desarrolló el siguiente experimento.

El experimento de la Apatía de Bystander.

John M. Darley (el mismo que en el experimento del Buen Samaritano) y Bibb Latané, tras los acontecimientos que provocaron la muerte de Kitty Genovese, debieron sentirse profundamente intrigados acerca de los motivos por los que una persona normal se queda mirando sin hacer nada durante más de media hora mientras violan y matan a una joven, con lo fácil que hubiera sido descolgar el teléfono, hacer una llamada y solicitar ayuda. En la búsqueda de respuestas empíricas desarrollaron este experimento en 1968. El objetivo era investigar si el hecho de que los testigos impasibles formaran parte de un grupo mayor, influyó en el ofrecimiento de ayuda y hasta qué punto lo hizo.

La metodología del experimento consistía en situar a un individuo solo en un cuarto. Se le animaba a participar en un debate con otros voluntarios, pero no cara a cara, sino a través de un intercomunicador. Se le comunica que su micrófono estará apagado hasta que sea su turno de hablar, por lo que, de momento, sólo escucha lo que él piensa que es una conversación, pero que realmente se trata de una grabación. En un momento dado, uno de los participantes finge repentinamente estar teniendo un ataque, lo que es claramente percibido por el altavoz. Si los sujetos creían que ellos eran los únicos que habían escuchado el ataque, buscaban ayuda avisando al investigador o directamente saliendo de la habitación, en un porcentaje cercano al 85%. Pero si los voluntarios pensaban que la conversación se estaba desarrollando entre varios individuos (concretamente, el estudio se realizó con cuatro sujetos más el cebo), el porcentaje que se decidió a buscar ayuda de alguna forma disminuía hasta un lamentable 31%!!

Sus conclusiones fueron bautizadas como “Efecto Espectador” o “Síndrome Genovese” y consisten en el fenómeno psicológico que tiende a ocurrir en grupos de personas superiores a un cierto tamaño crítico cuando la responsabilidad no está asignada de forma explícita. La conclusión extraída de los datos sería que es menos probable que alguien intervenga en una situación de emergencia cuando hay más personas que cuando se está solo. Los observadores asumen que otro intervendrá, cuyo resultado límite puede ser que todos se abstengan de hacerlo. El grupo hace que se difumine la responsabilidad. De repente, nuestra obligación moral de solidarizarnos con la vecina agredida, con el paisano herido o con el inmigrante explotado, deja de ser obligación, porque al actuar de manera idéntica al resto del grupo (del rebaño...), resulta muy fácil encontrar la auto-justificación que acalle nuestra conciencia y nos permita dormir sin remordimientos: las consecuencias de no haber actuado no son responsabilidad mía, o al menos, no en exclusiva... Los británicos ilustran bien esta actitud con el refrán "Ninguna gota de lluvia cree haber causado el diluvio".

¿Hacia dónde podemos mirar para ver conductas solidarias?

¿Os habéis fijado que todos los puntos anteriores se desarrollan en entornos locales, y afectan a personas cercanas, de un entorno próximo o incluso conocidas? Incluso con estas condiciones, que en principio parecen adecuadas para que se impongan los comportamientos solidarios, los datos estadísticos de los experimentos, las pruebas documentales de los periódicos o los informes policiales niegan que las cosas sucedan así. Ni siquiera en estas circunstancias podemos considerar al ser humano como solidario.

Pero lo peor viene ahora, cuando os asoméis al apocalíptico decorado mundial que publico a continuación, y del que ya os adelanto que su espíritu es una pesimista rendición a la siguiente evidencia: los actos de solidaridad realmente importantes, los que deberían ser capaces de cambiar el mundo a mejor, están en manos de los gobiernos, los estados, los organismos internacionales y, sobre todo, la banca. Y no están dispuestos a modificar sus políticas rotundamente insolidarias. El capitalismo se nutre de desigualdades, de injusticias sociales, de guerras, de beneficios. Los millones de muertos anuales son lo de menos...

El planeta produce suficientes alimentos para mantener a los 7.000 millones de habitantes que lo poblamos. Pero, según cifras de la FAO, más de 1.000 millones de personas sufren la tragedia del hambre, el número más elevado de la historia. Estos son algunos datos vergonzosos sobre el hambre, y algunos deshonestos motivos por los que, en este mismo instante, están muriendo seres humanos de hambre. ¿Encontráis algún pequeño hueco entre tanto asesino de guante blanco y decisiones genocidas para insertar la solidaridad?
  • Henry Kissinger, 56º Secretario de Estado de Estados Unidos, no sintió vergüenza al pronunciar la frase: "Controla el petróleo y controlarás a los países. Controla los alimentos y controlarás a la gente". Para mí, la más explícita declaración de intenciones acerca del papel que el hambre juega en el concierto político mundial, de su inaceptable empleo como arma silenciosa, y de la nula predisposición internacional a erradicarla mientras pueda seguir lucrándose con sus efectos. Ello no le impidió recibir el Premio Nobel de la Paz en 1973, lo cual desacredita bastante el galardón (ya os contaré en otro post quién estuvo nominado a conseguirlo unos años antes...)
  • El capitalismo fija el precio de los alimentos. Así lo afirma Jean Ziegler en su artículo de 2001 La esquizofrenia de Naciones Unidas: Una lucha sin medios contra el hambre. Hasta 1996, la producción, la distribución y el transporte de alimentos dependían por completo del mercado y sus reglas de oferta y demanda. A partir de entonces, la Bolsa de Materias Primas Agrícolas de Chicago fija el precio de los principales alimentos. Seis empresas multinacionales del sector agroalimentario y de las finanzas controlan esta bolsa. Los precios se inflan artificialmente por operaciones especulativas a gran escala en intercambios mercantiles entre Chicago y Nueva York, y se fijan como resultado de la manipulación del mercado. La consecuencia es una condena a muerte de quienes no puedan pagar el precio de los alimentos.
 
  • Con la comida desperdiciada durante un año en el Reino Unido y Estados Unidos, se podría sacar de la hambruna a todas las personas que pasan hambre en el mundo. Conclusión publicada por Tristram Stuart en “Basura: destapando el escándalo global de alimentos” (Penguin 2009) a partir de datos oficiales, incluidas las cifras de Naciones Unidas. El dato es aterrador y nos convierte a todos nosotros, habitantes del primer mundo, en cómplices del genocidio.
  • El drama de los biocarburantes. Jean Ziegler, una de las voces más autorizadas del mundo en todo lo relacionado con el hambre, no tiene dudas en calificar la producción de biocarburantes como "crímenes contra la humanidad". El motivo está claro: la especulación con los precios de algunos alimentos que constituyen la dieta básica en algunos países productores de estas variedades vegetales. Cómo no, las multinacionales y los poderes económicos mundiales (es decir, EE.UU. y la Unión Europea) dirigen subsidios e inversiones masivas hacia el sector, lo que ha provocado que tierras dedicadas a la producción de comida, en poco tiempo han pasado a dedicarse a la producción de agrocombustibles. El propio Ziegler se mostró escéptico al ser preguntado sobre la solución: "No creo que Ban Ki-moon (secretario general de la ONU) disponga de los medios para enfrentarse a las multinacionales que controlan la producción de biocarburantes".
  • La trampa de los alimentos transgénicos. El último logro, hasta el momento, de la industria de la alimentación en connivencia con las multinacionales de ingeniería genética se conoce como Terminator (llamada también Sistema de Protección de la Tecnología, o TPS por sus siglas en inglés), una tecnología que manipula genéticamente las plantas para que sus semillas sean estériles y los agricultores no puedan guardar y resembrar las semillas cosechadas. Es la mayor demostración de insolidaridad que me he echado a la cara, y que además mancilla la ciencia con el servilismo mostrado por los científicos implicados en el desarrollo de esta tecnología. La Campaña Internacional Terminar con Terminator, persigue la prohibición de esta aberrante tecnología, no sólo para acabar con la inevitable obligación de pasar por caja que los campesinos deben afrontar cada temporada, también por las numerosas repercusiones que tiene en la biodiversidad y en la seguridad alimentaria.
Con un estado de ánimo que salta de la indignación a la tristeza, de la rabia a la desazón y del más profundo rencor a la desesperanza por la lectura de la documentación enlazada en relación al hambre (y la que se queda en el disco duro por falta de espacio), no quiero finalizar sin señalar con el dedo a los responsables de nuestro país, políticos, empresarios y juristas, que permiten que podamos encontrar noticias como las siguientes. La primera data de septiembre de 2008, y la más reciente se publicó hace menos de un mes:
Según Amnistía Internacional, Intermón Oxfam, Greenpeace y la Fundació per la Pau, el Gobierno sigue sin facilitar información precisa sobre los criterios que han permitido autorizar exportaciones a países con un historial preocupante como Colombia, Israel, o Sri Lanka, entre otros. Por cierto, los cinco países que nos preceden, para que quede constancia, son Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia y Reino Unido. Siguiendo este enlace (pdf) tenéis el informe completo de septiembre de 2009. No tiene desperdicio...

En fin, que nadie se sienta aludido individualmente con este post. Los datos, todos sacados de la red y enlazados para que puedan ser confirmados, son un toque de atención que pretende hacernos reflexionar. Sólo nuestra solidaridad individual puede cambiar el mundo. Así que, manos a la obra!!

sábado, 25 de septiembre de 2010

El enclave de Llivia

Incluso en un campo, a priori, tan poco atractivo como la geografía política, se pueden encontrar algunas curiosidades que merecen la pena ser mencionadas. Una de las que más me ha llamado la atención es la que se refiere a los estados doblemente aislados. Se trata de aquellos países que se caracterizan porque ni ellos, ni ninguno de los demás estados con los que comparte frontera, tienen salida al mar. En la actualidad sólo existen dos casos en el mundo: Liechtenstein y Uzbekistán, y éste último gracias a que el Mar Caspio se considera, más que un mar, un lago cerrado de agua salobre.

Otra curiosidad geo-política, y que además constituye el tema central de este post, es la que poseen determinados territorios que los convierte en un enclave, es decir "un territorio que está totalmente rodeado por un territorio extranjero". Un ejemplo de enclave, a nivel de nación, sería el Reino de Lesoto, completamente rodeado por la República de Sudáfrica. "Cuando dicho territorio (municipio, distrito, provincia, comunidad autónoma, región, estado, etc.) pertenece políticamente a otro", hablaremos de exclave, muy empleado en geografía política, aunque el término no esté reconocido en el D.R.A.E. La siguiente imagen aclarará bastante los anteriores términos.

El territorio C es enclave en A y exclave de B.

Quizá uno de los enclaves más conocidos de nuestro país sea el Condado de Treviño, perteneciente a la provincia de Burgos, y completamente incluido en la provincia de Álava. Pero desde luego, no es el único, ya que España cuenta con numerosos ejemplos, que se pueden consultar en este enlace, de modo que sólo mencionaré alguno de los más destacados, como el Rincón de Ademuz, exclave valenciano en territorio de las comunidades autónomas de Aragón (Teruel) y Castilla-La Mancha (Cuenca), y de mayor extensión incluso que el Condado de Treviño. O el municipio navarro de Petilla de Aragón, dentro de la comarca zaragozana de Cinco Villas, y que además presenta la curiosidad de estar formado por dos enclaves: el principal y el separado de Los Bastanes.

Lo que no sabía hasta hace bien poco, es que España cuenta con un exclave... ¡¡dentro de territorio francés!! Se trata del municipio gerundense de Llivia, y no os costará mucho trabajo imaginar la poca gracia que les debe hacer a nuestros vecinos del norte, tan chovinistas ellos... Y menos aún a aquellos franceses que hayan profundizado un poco en su historia, en busca de los motivos por los que este territorio no pertenece a su país, y hayan descubierto los argumentos "formales" en los que se apoyó el representante de la corona para conseguir que el municipio siguiera bajo soberanía española.

Localización del enclave de Llivia (en verde),
referido a la provincia de Gerona (en crudo).

Vamos a retroceder en la historia hasta el 7 de noviembre de 1659. Ese día, lo que por aquel entonces eran las Coronas de España y Francia, firman en la Isla de los Faisanes el Tratado de los Pirineos, con el que se ponía punto final al conflicto iniciado en 1635 entre ambas monarquías, durante la Guerra de los Treinta Años. En virtud de este tratado, Francia conseguía arrebatar a España numerosos territorios de las comarcas catalanas del Vallespir, el Conflent y el Rosellón, así como una parte de la Cerdaña, la cual debería precisarse posteriormente.

Un año más tarde, las negociaciones entre Francia y España continuaron, precisamente, en Llivia. El objetivo de la reunión era concretar el nombre de los pueblos de la Cerdaña que pasarían a formar parte de Francia. Llivia habría sido, irremediablemente, uno de ellos, de no ser por la inteligente estrategia de Miquel de Salbà i de Vallgornera, representante de Felipe IV en las negociaciones. Apoyándose en la literalidad del texto ya redactado, y para asombro del Obispo de Orange (quien acudía en representación de Luis XIV), argumentó que Llivia no podía incluirse entre los pueblos que España cedería a Francia, debido a que no se trataba de un pueblo, sino de un villa...

Y no le faltaba razón, ya que, unos 120 años antes,
el Emperador Carlos V, firmaba un escrito en el que confirmaba ciertos privilegios concedidos a Llivia por sus antecesores, concediendo al pueblo el título de "Villa y parroquia de Llivia". El representante de la corona francesa no pudo (o no supo) desmontar este argumento, por lo que no le quedó más remedio que aceptarlo, aunque consiguió incluir en el texto definitivo del tratado la condición de que Llivia nunca podría ser fortificada. Finalmente, el 12 de noviembre de 1660, se firma el Tratado de Llivia, merced al cual, el municipio se convertía en el único exclave de España en Francia.

Es posible que me deje llevar demasiado por un cliché, y haríais bien en reprochármelo, pero me da la sensación de que nunca ha habido sintonía entre franceses y españoles. Y una cuestión tan delicada como la existencia de un enclave español en suelo francés, parece un caldo de cultivo idóneo para la aparición de problemas territoriales entre ambos países. Aunque debo reconocer que el conflicto más destacable, que ha pasado a la historia como la Guerra de los stops, tardó mucho más tiempo en producirse de lo que, personalmente, habría apostado...

Mapa de Llivia. En rojo, la frontera España-Francia.
En azul, la carretera D-68.

Para entender el conflicto, es necesario citar la firma de los Tratados de Bayona (entre 1856 y 1868), con los que se fijó el trazado formal de la frontera entre Francia y España. Formando parte del tercer tratado (de 1866), quedó establecido que la carretera que une Llivia y Puigcerdá (D-68 en el tramo francés, N-154 en los tramos españoles), sería de libre circulación. Y durante casi cien años, ningún suceso relacionado con esta concesión fue digno de aparecer mencionado en los libros de historia, hasta que, a principios de los años 60 del siglo pasado, Francia construye dos carreteras que se cruzan con el trazado de ésta vía: la D-30 y la E-09 (también denominada N-20).

La "Guerra de los stops" tiene su origen en la colocación por parte de Francia, de señales de STOP en el trazado de su carretera D-68, obligando al tráfico entre Llivia y Puigcerdá a pararse y ceder el paso a los vehículos que circulaban por las vías francesas. El gobierno español no entendió la colocación de los stops como una violación del Tratado de Bayona... No así los usuarios habituales de la carretera, quienes, apoyándose en la literalidad del concepto de "libre circulación", comenzaron a arrancar las señales de STOP, incluso durante varios días seguidos. Este activismo se mantuvo durante casi 20 años, hasta que, a principios de los años ochenta, España financió la construcción de un puente sobre la carretera E-09, de cuyo mantenimiento se encargaría el gobierno francés, y que podéis ver bajo estas líneas.




Puente de la carretera D-68 francesa, sobre la E-09.

En el otro cruce, el gobierno francés decidió conceder la prioridad a los vehículos que circulaban por la carretera entre Llivia y Puigcerdá. Esta solución provisional se mantuvo hasta que, en 2001, Francia construyó una rotonda (siguiente imagen) que eliminaba el problema y terminaba definitivamente con la "Guerra de los stops".



Imagen de la rotonda, construida en 2001,
en el cruce entre las carreteras D-30 y D-68.

Merece la pena indicar que la carretera D-68 estuvo vedada a vehículos que no tuvieran matrícula española hasta 1995, año en el que entró en vigor el Tratado de Schengen, que eliminaba los controles fronterizos dentro del denominado espacio de Schengen, formado por la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea y algunos terceros países...

Fuentes: Fronterasblog, Wikipedia (esta, esta, esta, esta, esta, esta, esta, esta, esta, esta y esta), Llívia y Eric Hurtebis (en francés, traducido al castellano aquí).

viernes, 3 de septiembre de 2010

La mejor manera de enrollar el cable del cargador del móvil

Desde que vi este vídeo (3:00 min) por primera vez (fue en microsiervos, aunque la fuente original es de pulso digital, que fue quien lo subió a youtube), me considero un fiel seguidor de su técnica para enrollar el cable del cargador del móvil.

Por fin alguien pone punto y final a los continuos Nudos gordianos a los que había que enfrentarse cada vez que tocaba cargar la batería del móvil, y el cable de tu cargador y el de tu pareja habían decidido, por su cuenta, y amparados en la oscura soledad del fondo de un cajón, fundirse en una profunda, irrepetible e inseparable maraña de negros tentáculos!!



Fuente: Pulso digital, microsiervos ,wikipedia y youtube.

jueves, 26 de agosto de 2010

Marte no tiene una bandera, ¡¡tiene muchas!!

Los humanos tenemos tendencia a pensar que, en caso de existir (de lo cual no tengo ninguna duda), los extraterrestres no sólo serán físicamente muy parecidos a nosotros, sino que compartirán con nuestra especie numerosos aspectos psicológicos y comportamientos sociales. Entre estos últimos, suponemos que tendrán la misma necesidad de agruparse en clanes territoriales y de elegir símbolos que les servirán para identificarse entre ellos mismos y diferenciarse del resto de clanes... Y como todo el mundo sabe que nuestros vecinos de Marte no tienen experiencia a la hora de crear símbolos, ni buen gusto para combinar colores, algunos visionarios del pensamiento único, decidieron encargarse de la elaboración de la bandera de Marte.

Uno de los requisitos que debe cumplir una bandera para obtener la categoría de oficial, es que exista una autoridad con poder para adoptarla como propia, y por lo que sabemos hoy de nuestro planeta vecino, no sólo no cuenta con una clase dirigente, sino que es posible que ni siquiera albergue ningún tipo de vida... Por lo tanto, ninguna bandera que pretenda representar a Marte puede ser considerada oficial, lo que no ha impedido que organismos como la Mars Society o la Sociedad Planetaria (The Planetary Society) hayan elegido y aprobado como bandera de Marte, la que tenéis bajo estas líneas:


La bandera fue sugerida durante el verano de 1999 a Robert Zubrin, presidente de la Mars Society, por Pascal Lee, responsable del equipo técnico de la Mars Arctic Research Station (Estación de Investigación del Ártico de Marte, fijaos que sus siglas son MARS, Marte en inglés). Eligió los colores rojo, verde y azul inspirado por la popular trilogía marciana de Kim Stanley Robinson Marte Rojo (1992), Marte Verde (1993), y Marte Azul (1996), que, a su vez, son la representación de las etapas del proceso de terraformación de Marte (propuesta teórico-científica que bien merece su propia entrada): rojo para el estado actual de Marte, verde para el segundo paso en el que aparece la vegetación, y azul para el planeta totalmente terraformado y dotado de atmósfera.

Pero no iba a ser esta la primera ocasión de la Historia en la que toda la humanidad se pusiera de acuerdo en algo, y son numerosas las voces que se pueden escuchar contra la bandera tricolor elegida, cada una esgrimiendo sus motivos, y la mayoría proponiendo para su consideración sus diseños personales de nueva bandera. A continuación podéis ver algunos de los más destacados:

La imagen inferior corresponde a la bandera diseñada en 1984 por Thomas O. Paine, Administrador de la NASA entre 1965 y 1970 y Director de la Sociedad Planetaria. Emplea su símbolo astronómico, círculo con flecha apuntando hacia arriba a la derecha, para representar a Marte, incluyendo sus casquetes de hielo polar. El cuarto de círculo azul de la esquina inferior izquierda simboliza nuestro planeta. El añadido de la estrella, otorgó de un mayor simbolismo a la bandera: Marte indica el camino desde la Tierra hacia las estrellas (Richard Knipel en flagspot.net)

Aunque en un principio fue su elección, en la actualidad, la Sociedad Planetaria se ha decantado por la bandera tricolor, por lo que no debe ser considerada como propuesta. Cada año, la Sociedad Planetaria entrega una copia de esta bandera a los ganadores del Premio a la Promoción de la Exploración Humana de Marte.

Propuesta de la Asociación de Exploradores de Marte. Sobre fondo blanco, el disco rojo representa Marte, con sus casquetes de hielo polar inclinados. El círculo y la cruz, similares a un punto de mira, simbolizan el objetivo de la asociación dirigido hacia el planeta rojo.

Diseño la sección alemana de la Mars Society, que rechaza la propuesta tricolor por carecer de simbolismo. Se intentó que no se pareciera a la de ninguna nación, y que fuera fácilmente identificable, incluso cuando se representara en blanco y negro.

Otro miembro de la Mars Society que les ha salido contestatario con el diseño tricolor es Michael Orelove, por lo que diseñó y propuso una nueva bandera de Marte para su consideración.

El medio círculo amarillo corresponde al Sol, el círculo rojo sería Marte, las líneas naranjas son las órbitas de los planetas rocosos, ocupando Marte la cuarta de ellas (tras Mercurio, Venus y la Tierra). La línea de la esquina superior derecha corresponde a la órbita de Júpiter. Bajo estas líneas, Michael Orelove (a la derecha) posando con la bandera junto a su equipo.

El siguiente diseño lo encontré en el weblog de Abyssal, quien también critica que la bandera tricolor tenga un simbolismo demasiado superficial. Su propuesta se basa en el proceso de terraformación, y, como él mismo explica, el fondo negro representa el espacio y el círculo rojo a Marte. La franja azul simboliza el agua y el verde la vegetación. Entre ambas, el amarillo representa el Sol, común a los habitantes de la Tierra y de Marte.

Además de las anteriores propuestas, en la red se pueden encontrar otros diseños de bandera de Marte que han aparecido en la ficción, tanto en libros como en películas o videojuegos. He seleccionado sólo cinco de ellas, para que la entrada no quede demasiado extensa...

Greg Bear describe, en su novela de ciencia ficción "Marte se mueve", la bandera de la ficticia República Federal de Marte de la siguiente manera: "Rojo Marte y dos lunas en el campo azul sobre una diagonal, blanco abajo".

Esta es la bandera de Marte que portaba Marvin el Marciano, personaje de los Looney Tunes.

La siguiente bandera se puede ver en la película de 1996 "Mars Attack", dirigida por Tim Burton. No se puede negar el parecido con la pirámide truncada y coronada por "el ojo que todo lo ve", que aparece en el reverso de los billetes de un dólar de Estados Unidos...

Bandera de Marte incluida en el vídeo juego Zone of the Enders. Las siglas UCM significan United Colonies of Mars.

Y por último, mi preferida. Diseñada por Mark Knoke y claramente inspirada en la bandera japonesa, es obvio lo que representa: un planeta rojo en la oscuridad del espacio.


Fuentes: Wikipedia (este, este, este, este y este, el último en inglés), flagspot (en inglés), Mars Society, Sociedad Planetaria, Astro Society (en inglés), Mars Explorers (en inglés) y Abyssal's Weblog (en inglés).

jueves, 19 de agosto de 2010

La desdichada vida de Charles Osborne

Me parece inaudito lo que algunos son capaces de hacer sólo para que su nombre aparezca en la recopilación de decadencia que se publica anualmente con el nombre de Libro Guinness de Récords Mundiales (Guinness World Records). Me imagino a quienes son capaces de arriesgar su propia integridad persiguiendo el sueño de efímera y extravagante fama que obtienen quienes entran a formar parte del libro, como sujetos con algún tipo de problema afectivo o emocional... Porque, sinceramente, no logro racionalizar porqué alguien se propone (y consigue!!) batir el récord de mayor peso levantado por una lengua humana (en poder del neozelandés Alastair Galpin, con unos atroces 1,7 kg!!). Tampoco alcanzo a entender los motivos que, seguramente, tendría el alemán Dutchman Wim Hoff para permanecer en un recipiente lleno de cubitos de hielo durante más tiempo (1 hora, 42 minutos y 22 segundos). Ni soy capaz de comprender a Danny Higginbottom (EE.UU.), poseedor del récord inmersión a poca profundidad más elevada, gracias a un salto realizado desde una altura de 8,86 m a una piscina hinchable de sólo ¡¡25 cm de profundidad!! (imagen de la derecha).

Reconozco que, quizá, no sea demasiado justo con los calificativos usados en esta entrada para referirme al Libro Guinness. No todos los nombres que contiene pertenecen a gente tan... especial, ni las marcas batidas son tan... peculiares. También incluye récords de carácter científico, tecnológico o artístico, cuyo espíritu se encuentra en el polo opuesto de los ejemplos del párrafo anterior. Sin olvidar los casos más amargos: los de aquellos protagonistas involuntarios, cuyo nombre forma parte del Libro Guinness muy a su pesar, y que, si estuviera en su mano, cambiarían esa sombría referencia por el discreto anonimato que disfrutamos la mayoría de nosotros.

El mejor ejemplo
de este último grupo, su más ilustre componente, podría ser Charles Osborne (la imagen que tenéis a la derecha es una de las pocas que he encontrado sobre él), ya que está registrado en el Libro Guinness desde 1992 como la persona que ha sufrido durante más tiempo seguido un ataque de hipo (cuyo nombre científico es singultus). Nacido en 1894 en Anthon (Iowa, Estados Unidos), y fallecido en 1991, comenzó a padecer los incómodos espasmos una mañana de 1922, mientras pesaba un cerdo antes de proceder a su matanza. Pero, en lugar de que éstos finalizaran tras varios minutos, como nos sucede al resto de mortales, el americano puso en marcha el cronómetro de una marca inalcanzable, no pudiendo dejar de hipar durante los siguientes 68 años de su vida.

La cadencia de las contracciones comenzó siendo, aproximadamente, de 40 al minuto (o lo que es lo mismo, ¡¡un hipo cada segundo y medio!!). En julio de 1986 se supo que este ritmo había disminuido hasta los 20-25 hipos por minuto, finalizando repentina y misteriosamente el 5 de junio de 1990. A partir de estos datos, alguien pensó que merecía la pena calcular el número de veces que hipó durante los más de 68 años que padeció el
singultus. El resultado alcanzó la increíble cifra de 430 millones de hipos.

Y aunque nunca encontró una cura, el caso es que Charles Osborne pudo llevar una vida más o menos normal. Se casó dos veces, tuvo ocho hijos y pudo trabajar para ganarse la vida y sacar adelante a su numerosa familia. La fama que fue adquiriendo con el paso de los años, le llevó a ser invitado a varios programas de televisión de Estados Unidos, donde confesó que su mayor
preocupación era que, en un espasmo se le saliera de la boca su dentadura postiza, cayera al suelo y se rompiera. Y por si alguno de vosotros os habéis preguntado qué sucedía con el hipo mientras dormía, parece ser que su diafragma no le concedió tregua alguna, manteniendo fijo el ritmo de las contracciones, independientemente de su estado onírico...

"¡¡Hipar o no hipar, esa es la maldita cuestión!!"

Y tras una vida tan poco envidiable, supongo que a la mayoría de vosotros (entre los que yo también me incluyo...) os gustaría que la historia de Charles Osborne tuviera un final feliz, ¿verdad? Pues no sabéis cómo lamento tener que contaros su desenlace... Como ya sabéis, el 5 de junio de 1990, su hipo, simplemente, finalizó. ¡¡No alcanzo a imaginar el grado de satisfacción que debió sentir al verse, por fin, liberado de tan incómodo compañero de viaje!! Y aunque en ese momento ya contaba con 96 años de edad, pocos humanos sabrían apreciar mejor y podrían disfrutar más de un placer tan elemental como es... no hipar. Pero Charles Osborne no estaba destinado a disfrutar de su inmensa felicidad durante mucho tiempo. El 1 de mayo de 1991, menos de un año después de que concluyera su singultus, nuestro desdichado protagonista fallecía debido a complicaciones sufridas una cirujía realizada en unas úlceras.

No logro encontrar mejor forma de ilustrar la sensación de amargura que me produce este desenlace, que mediante la letra de una canción de la que no conozco ni el título ni quién fue su autor (actualizo gracias a la información aportada por "Uno contra el Mundo", quien me indica que la canción es "El tango alegre") Hablaba sobre el monólogo de desgracias, infortunios, traiciones y contratiempos que formaban la vida de un pobre hombre, quien lo sobrellevaba con estoico tesón. Un día que iba a la iglesia
"a dar gracias a dios", un trozo de cornisa sobre él se desplomó. En su última agonía, blasfemó contra su dios. Fue el único pecado de su vida y el que le condenó. La canción termina así: Y allá desde el infierno, se le oye decir "¡¡Esto es vida!! ¡¡Esto es vivir!!". Imagino que si existieran cielo e infierno (¡¡que no existen!!), fuera posible preguntarle cómo se siente, y tuviera ánimo para respondernos, Charles Osborne se descolgaría con unas declaraciones parecidas, ¿no creéis? Por cierto, casi se me olvida deciros que cuenta con una pregunta propia en el popular Trivial Pursuit, aunque supongo que este honor tampoco le serviría como consuelo...

Y como estoy convencido que los más fieles seguidores (y también alguno que no lo sea tanto...), hace rato que se os ha venido a la cabeza una famosa escena, incluida en un capítulo de Los Simpsons, que parecía inspirada en el propio Charles Osborne, la he buscado, la he encontrado y, ya puesto, la he publicado. Bajo estas líneas tenéis el vídeo a modo de digno epílogo (sólo 10 segundos de duración).



Fuentes: wikipedia, wikilingue, Guinness World Records y youtube.
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