La psicología social es una de las cuatro ramas principales de la psicología. Se dedica a estudiar, mediante método científico cuantitativo, cómo la presencia real, imaginada o implicada de otros individuos ejercen influencia sobre nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos. Habitualmente, la psicología social obtiene los datos en los que apoyar su conclusiones realizando experimentos sociológicos, que son, a grandes rasgos, procedimientos mediante los cuales se trata de comprobar, confirmar o verificar una o varias hipótesis relacionadas con un determinado fenómeno, manipulando las variables que presumiblemente son su causa.
He creído necesaria esta introducción, aunque haya resultado bastante espesita, apuntando conceptos básicos sobre el tema, para tener un punto de partida desde el cual comprender porqué se realizaron los experimentos sociológicos sobre los que trata esta entrada, cómo se obtienen las conclusiones y las pautas seguidas en la interpretación de los resultados. No perdáis detalle de lo manipulable y cobarde que puede ser el alma humana bajo ciertas condiciones, bien estudiadas, o lo sencillo que resulta hacer que afloren los instintos animales más primarios, rechazando el pensamiento racional y confirmando una vez más la famosa reflexión de Thomas Hobbes: "El hombre es un lobo para el hombre".
El experimento de Asch.
Realizados en 1951 y conducidos por Solomon Asch, los experimentos de conformidad con el grupo de Asch buscaban demostrar que la presión social sobre las personas puede inducirlas al error voluntario. Pongo en negrita el adjetivo porque, a mi entender, es el aspecto más significativo de las conclusiones.
El procedimiento.
Los experimentadores, pidieron a unos estudiantes su participación en unas sencillas “pruebas de visión”, del estilo señalar la línea más corta entre tres opciones, responder si una línea era más larga que otra, cuáles tenían la misma longitud, etc. La imagen inferior corresponde a dos cartas empleadas en una de las pruebas del experimento, que consistía en identificar cuál de las tres opciones de la carta de la derecha tenía la misma longitud que la línea de referencia de la carta de la izquierda.
En realidad todos los participantes excepto uno, al que llamaron sujeto crítico, eran cómplices del experimentador, y ya habían recibido instrucciones de éste sobre cómo responder a sus preguntas. El experimento consistía realmente en observar las reacciones del sujeto crítico frente al comportamiento del grupo de cómplices. Se reunía al grupo, compuesto por entre 7 y 9 estudiantes, en un aula donde el experimentador explicaba en qué consistía cada "prueba de visión". El sujeto crítico era colocado, sin que él tuviera conciencia de ello, en un lugar estratégico del aula, más bien alejado, y por lo general era el penúltimo o el último en responder, de forma que conocía la tendencia mayoritaria elegida por los demás participantes. Cada sujeto, uno por uno, daba su respuesta, realizándose un total de 12 ensayos. Al principio, el sujeto crítico se sentía confiado, en la medida que respondía correctamente junto a los otros participantes. Pero cuando el resto de participantes empezaba a dar en conjunto una respuesta errónea, deberíamos suponer que la mayoría de sujetos críticos no se conformarían con responder algo obviamente erróneo. Esto fue lo que ocurrió...
Resultados y conclusiones.
Aunque la mayoría de sujetos críticos contestaba correctamente, muchos demostraban un malestar extremo al hacerlo por el hecho de no coincidir con la mayoría. El dato buscado por el experimento, y en definitiva obtenido, fue el siguiente: un 33% de sujetos críticos se conformaba con el punto de vista mayoritario del resto cuando, a la hora de dar su respuesta, había al menos tres cómplices presentes, incluso aunque la respuesta de la mayoría fuese escandalosamente errónea, como opinar que dos líneas con varios centímetros de longitud de diferencia eran iguales. Evidentemente, cuando los cómplices no emitían un juicio unánime (o inmensamente mayoritario) era más probable que el sujeto disintiera que cuando estaban todos de acuerdo. Los sujetos que no estaban expuestos a la opinión de la mayoría no tenían ningún problema en dar la respuesta correcta. Curiosamente, muchos de los sujetos críticos que respondía equivocadamente para así coincidir con la mayoría, achacaban su error a su propia “mala vista” o a su "falta de juicio", en un evidente y lamentable intento de justificación, a sabiendas de que habían cometido un error voluntario. El objetivo de la investigación era estudiar las condiciones que inducen a los individuos a permanecer independientes o a someterse a las presiones de un grupo, aunque éstas sean contrarias a la realidad. Quedó demostrado significativamente el poder de la conformidad en los grupos, o sea, el grado hasta el cual los miembros de un grupo social cambiarán su comportamiento, opiniones y actitudes para encajar con las opiniones del grupo. Dudamos de nuestra propia opinión si nos damos cuenta de que socialmente está mal vista o es impopular. Mi visión sobre la espíritu humano es más cruel: por naturaleza somos cobardes, y buscamos instintivamente protección. Nada como el grupo para sentirnos seguros, y nada como el aislamiento para saberse desamparado.
El experimento de la cárcel de Stanford.
Fue llevado a cabo en 1971 por un equipo de investigadores liderado por Philip Zimbardo (imagen lateral) de la Universidad de Stanford, y estuvo subvencionado por la Armada de los Estados Unidos, que buscaba una explicación a los conflictos en su sistema de prisiones y en el del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos. Si hallaban dicha explicación, podrían empezar a pensar en soluciones. Puede que a muchos de vosotros os suene, y no sería extraño, ya que en 1999, el escritor alemán Mario Giordano publicó la novela Black Box, inspirada en el experimento, y el también germano Oliver Hirschbiegel dirigió en 2001 la película Das Experiment (El experimento), basada a su vez en la novela de Giordano. También en 2001, la BBC realizó el documental The Experiment, recreándolo con voluntarios. Tuvo que cancelarse por la preocupación pública acerca del bienestar de los participantes.
El procedimiento.
El experimento pretendía recrear con dos grupos de voluntarios las condiciones de vida diaria de una prisión, y así observar cómo afectaba el cautiverio a las autoridades, a los guardias y a los reclusos. Por medio de anuncios en los periódicos, y una oferta de paga de 15 dólares diarios por participar en la “simulación de una prisión”, se reclutaron los 24 individuos que estimaron más saludables y estables psicológicamente de entre los 70 aspirantes presentados. Los participantes eran mayoritariamente blancos, jóvenes y de clase media, y todos eran estudiantes universitarios. Se dividió el grupo de 24 jóvenes en dos mitades: los “prisioneros” y los “guardias”. Aunque se ha llegado a rumorear que los guardias fueron elegidos por tener la complexión física más robusta, en realidad se asignaron los papeles mediante el lanzamiento de una moneda. La prisión simulada se instaló en el sótano del departamento de psicología de la Universidad de Stanford.
Zimbardo, quien se adjudicó a sí mismo el cargo de superintendente de prisión para también participar del experimento, estableció varias condiciones específicas esperando que provocaran desorientación, despersonalización y desindividuación.
Los guardias: recibieron porras y uniformes caqui de inspiración militar. También se les proporcionó gafas de espejo que impidieran el contacto visual con los prisioneros. Su trabajo se regía por un horario, haciendo turnos, al final de los cuales, podían regresar a sus casas. Sucedió que muchos se prestaron voluntarios para hacer horas extra sin paga adicional.
El día anterior al experimento, los guardias fueron citados a una reunión de orientación, donde se les impuso una única regla: estaba prohibido ejercer la violencia física. Eso sí, también les aclararon que su responsabilidad era dirigir la prisión, lo que podían hacer de la forma que creyesen más conveniente. La siguiente cita del propio Zimbardo clarifica cuáles eran esas formas que el experimentador dejaba a la decisión de los guardias, pero que deseaba que se vieran reflejadas en el experimento.
"Podéis producir en los prisioneros que sientan aburrimiento, miedo hasta cierto punto, podéis crear una noción de arbitrariedad y de que su vida está totalmente controlada por nosotros, por el sistema, vosotros, yo, y de que no tendrán privacidad... Vamos a despojarles de su individualidad de varias formas. En general todo esto conduce a un sentimiento de impotencia. Es decir, en esta situación tendremos todo el poder y ellos no tendrán ninguno."Los prisioneros: sólo podrían vestir batas de muselina, sin ropa interior, y sandalias con tacones de goma, específicamente escogidas por Zimbardo para forzarles a adoptar “posturas corporales no familiares” y contribuir a su incomodidad. Se les designaría por números en lugar de por sus nombres, los cuales llevarían cosidos a las batas. Para simular que tenían las cabezas rapadas, a semejanza de los reclutas durante su instrucción, llevarían medias de nylon en la cabeza. Además, deberían cargar durante todo el experimento con una pequeña cadena alrededor de sus tobillos como “recordatorio constante” de su encarcelamiento y opresión.
Con los prisioneros no hubo reunión previa. Simplemente debían esperar en sus casas. El día que comenzase el experimento, recibirían una visita en su domicilio. Sin previo aviso fueron detenidos por policías reales del departamento de Palo Alto e imputados por un delito de robo a mano armada. Todos ellos sufrieron el procedimiento habitual de detención policial, incluyendo la toma de una fotografía, de huellas dactilares, la lectura de sus derechos... Cuando el proceso finalizó, fueron trasladados a la prisión ficticia, donde fueron desnudados, despiojados, y tomaron posesión de sus nuevas identidades y su nuevo vestuario (incluyendo la media para el pelo y la cadena para los tobillos.
Los acontecimientos.
Desde el principio, el experimento se descontroló terriblemente. Voy a narraros una serie de los acontecimientos más destacados que se fueron sucediendo durante solamente cinco días, porque el primero resultó relativamente anodino.
El segundo día se desató un motín. Los guardias se ofrecieron voluntariamente a hacer horas extras y disolver la revuelta, atacando a los prisioneros con extintores y disparándoles chorros de espuma, sin la supervisión directa del equipo investigador. Desde ese momento, los guardias empezaron a dividir a los prisioneros situándolos en bloques de celdas para "buenos" y "malos", levantando así las sospecha de la existencia de algún informante entre ellos. Los recuentos, inicialmente ideados para que los prisioneros se familiarizaran con sus números identificativos, evolucionaron hacia experiencias traumáticas en las que los guardias atormentaban a los prisioneros y se les imponía castigos físicos.
El derecho a ir al lavabo pasó a ser un privilegio, a menudo denegado. Se retiraron los colchones de las celdas ocupadas por los "malos", obligándoles a dormir desnudos en el suelo. La comida comenzó a ser negada frecuentemente como castigo. También se les obligó a ir desnudos y a llevar a cabo actos homosexuales como humillación.
El cuarto día, ante el rumor de un plan de fuga, Zimbardo y los guardias intentaron trasladar el experimento a un bloque de celdas reales de la policía, pero se rechazó su petición... ¡¡alegando preocupaciones por el seguro!! El sadismo de los guardias no dejó de incrementarse, particularmente por las noches, cuando pensaban (erróneamente) que las cámaras estaban apagadas. Aproximadamente un tercio de los guardias mostraron lo que fue definido como "tendencias sádicas genuinas".
Una nueva estrategia de Zimbardo y los guardias consistió en ofrecer la "libertad condicional" a cambio de la paga (recordad, los 15 dólares diarios por los se habían presentado al experimento...) La mayoría de los prisioneros aceptó el trato. Pero cuando la "libertad condicional" fue rechazada, ninguno abandonó el experimento, lo cual llevó a Zimbardo a reafirmarse en su tesis de que los participantes habían internalizado sus papeles, ya que no tenían ninguna razón para seguir participando si eran capaces de rechazar la compensación material para abandonar la prisión.
Mientras tanto, algunos prisioneros comenzaron a mostrar desórdenes emocionales agudos. Los llantos y el pensamiento desorganizado se volvieron comunes. Dos de los jóvenes sufrieron traumas tan severos que tuvieron que ser retirados del experimento y reemplazados por nuevos prisioneros. Uno de ellos, nada más llegar y tomar conciencia de lo que estaba sucediendo, inició una huelga de hambre. Fue recluido en confinamiento solitario durante tres horas. El resto de prisioneros lo tomaron como un alborotador que les causaría problemas. Ante estas expectativas, los guardias ofrecieron dos alternativas: podían entregar sus mantas o dejar al rebelde en confinamiento solitario durante toda la noche. Ninguno de ellos durmió sin sus mantas...
El experimento finalizó prematuramente al sexto día. Christina Maslach, una estudiante introducida para realizar entrevistas, objetó que la prisión mostraba unas pésimas condiciones. Zimbardo se percató de que, de las más de cincuenta personas externas al experimento que habían visitado la prisión, ella fue la única que cuestionó su moralidad. Por cierto, que varios guardias expresaron su descontento con esta decisión.
Conclusiones.
Como se trató más de un trabajo de campo, fue imposible llevar a cabo los controles científicos requeridos por el método científico cuantitativo. Si a esto le sumamos que Zimbardo no fue un mero observador neutral, sino que controló la dirección del experimento como superintendente, las conclusiones y las observaciones de los investigadores son muy cuestionadas por su subjetividad y la falta de ética del experimento en sí, siendo muchas las voces que se preguntan si se podrían generalizar los resultados del experimento (entre ellos, mi admirado Erich Fromm)
Pero alguna conclusión sí podemos extraer, como que el experimento demuestra la impresionabilidad y la obediencia de la gente cuando se les proporcionan una ideología legitimadora y el apoyo institucional. Esta pauta la veremos nuevamente cuando hablemos sobre el experimento de Milgram (que además era sobre el que quería publicar esta entrada, pero me he ido liando, liando...)
Para mí, Zimbardo tenía razón en su teoría de que los participantes internalizaban sus papeles, tanto los guardias, obviamente, desde su posición de adictiva sensación de poder, como los prisioneros, reafirmados como clase oprimida y con algo que une mucho: los enemigos comunes.
Una conclusión más, de andar por casa, y de cosecha propia, sería esta: los prisioneros sufrieron las humillaciones de los guardias, su tratamiento sádico y sus castigos. Conocen el dolor y las consecuencias de estos actos. Pero si se cambiaran los papeles, ellos actuarían de igual forma, haciendo uso de los mismos métodos represores y las mismas herramientas a las que tuvieran acceso. Nuevamente, el alma humana sale bastante mal parada cuando es llevada al límite. A la primera señal de necesidad, el abuso de poder salta las trincheras y se hace con el dominio. Crueldad gratuita, venganzas pretendidamente anónimas, tendencias sádicas genuinas, como mencionan los mismos autores... Nada bueno que decir de los humanos después de conocer los acontecimientos de la prisión ficticia...
Dejamos para la semana que viene el resto de experimentos que quería compartir con vosotros y que de hecho ya tengo preparados, pero que harían este post eterno: el mencionado de Milgram, el del Buen Samaritano y, si no sale un post demasiado largo, el de la apatía de Bystander. De todos ellos podemos sacar conclusiones tan útiles e interesantes, como estremecedoras y deprimentes. De vosotros depende con qué cara de la moneda os quedáis.
Alguien ha subido el post a appez, una de esas páginas similares a menéame, y que a mí me resultan mucho más agradables, aunque sólo sea porque no contienen publicidad. Desde este enlace podéis acceder y darle un "meneo" (lo siento, es difícil modificar el vocabulario, y mucho más complicado aún, crear un vocablo nuevo sin la referencia de menéame...).
Fuentes: jesulink, wikipedia (esta, esta, esta, esta, esta y esta)