En Noviembre de 1895, el físico Wilhelm Conrad Röntgen, se encontraba realizando experimentos con los tubos de Crookes y la bobina de Ruhmkorff. Para evitar la fluorescencia violeta que producían los rayos catódicos en las paredes de un vidrio del tubo, creó un ambiente de oscuridad cubriendo el tubo con una funda de cartón negro. Era tarde y al conectar su equipo por última vez se sorprendió al ver un débil resplandor amarillo-verdoso a lo lejos: sobre un banco próximo había un pequeño cartón con una solución de cristales de platino-cianuro de bario, y observó que al apagar el tubo se oscurecía y al prenderlo se producía nuevamente. Alejó el cartón y comprobó que la fluorescencia se seguía produciendo. Al repetir el experimento, sucedió lo mismo: los rayos creaban una radiación muy penetrante, pero invisible.
En las semanas siguientes, estudió con gran rigor las propiedades de estos nuevos y desconocidos rayos. Pensó en fotografiar este fenómeno y fue entonces cuando hizo un nuevo descubrimiento: las placas fotográficas que tenía en su caja estaban veladas. Intuyendo la acción de estos rayos sobre la emulsión fotográfica se dedicó a estudiarlos. Para comprobar la distancia y el alcance de los rayos, pasó al cuarto de al lado, cerró la puerta y colocó una placa fotográfica. El resultado fue inesperado: obtuvo la imagen de la moldura, del gozne de la puerta e incluso de los trazos de la brocha.
El 22 de diciembre de 1.895 puede considerarse un día memorable. Al no poder manejar al mismo tiempo su carrete, la placa fotográfica de cristal y colocar la mano sobre ella, le pide a su esposa que coloque su mano sobre la placa. Al revelar la placa de cristal apareció la mano de Berta, la primera imagen radiográfica de un cuerpo humano, que podéis ver a continuación.
El nombre de rayos X se lo da el propio Röntgen. La "X" es el adjetivo que se le ocurre porque no sabía qué eran, ni cómo eran provocados. La noticia del descubrimiento se divulgó con increíble rapidez en el mundo y Röntgen fue objeto de múltiples reconocimientos. El emperador Guillermo II de Alemania le concedió la Orden de la Corona, fue honrado con la medalla Rumford de la Real Sociedad de Londres en 1896, con la medalla Barnard de la Universidad de Columbia y con el premio Nobel de Física en 1901. Este genio no quiso patentar su descubrimiento cuando Thomas Alva Edison se lo propuso, manifestando que lo legaba para beneficio de la humanidad.
Por aquella época se desató una auténtica fiebre por los rayos X. No había rico o famoso que no se hiciera radiografiar una parte de su cuerpo para conservar un exótico souvenir (entre otros, el Zar Nicolás II, y su mano, llena de abalorios). Tampoco extraña que hubiera curiosos que se preguntaran cómo era el interior de un camaleón...
O los secretos que escondía un pez...
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